Cosmonautas en este espacio.

03 abril 2011

Día primero (sobreviviendo a ti)

...

Querido diario, últimamente no he logrado conciliar el sueño, las noches se me hacen interminables espasmos oculares, que no logran acostumbrarse al vacío de su propia oscuridad. Ayer soñé con ella, sus ojos jadeantes pedían mi auxilio entre calles que encubrían nuestras voces, y el silencio se hacía cada vez más lúgubre. Caminé bajo la tormenta de luces azules y rojas que agrietaban mis latidos desesperados, y sobre las aguas la encontré abatida, las calles se derretían en sus manos, mientras que ella se extinguía lentamente en el ápice de mi lágrima, llevándose consigo mi sombra sincera. Esa misma noche estuve retenido bajo el umbral de su puerta, nunca antes había conocido a una mujer que guardara tantas estrellas en sus mejillas, y sus labios, sus labios sostenían a la pequeña Venecia,que había compuesto para ella con cada gota de lluvia.

Sobrevivir a ella es como una aguja de fuego que arde y flamea llantos, que desembocan en miedos, en nostalgias tatuadas en cada párpado, en cada iris. Nadie ha logrado dar con mi enfermedad interna que brota de las letras que yo le escribo, cada palabra es una infinita tristeza bien concurrida.Me reservo su nombre y todas sus soledades autistas, que se baten en duelo en cada verso, citar por ejemplo a las horas, que trascienden en sus lunares y en su ombligo. Ese ruido áspero es el respirar de las hojas en su vientre, cuyo sueño es una utopía. Su reflejo se pierde en el caer de las luciérnagas, que en su honor trazan epopeyas en las vertebras de los vientos.

Hoy estuve pegado a su ventana, cada bocarada de su aliento perforaba mi epidermis, entonces tendió sobre mí su manto, y cuando desperté ella no estaba, se había llevado mi corazón en un suspiro.


Pequeña luna nuestra, mía.

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