Cosmonautas en este espacio.

07 junio 2011 0 Comentarios

Entretejiendo Momentos.

              
Cadáver exqusito.
La telaraña del tiempo se enredó en su corazón de tela    
con su enjambre de hilos pálidos del color
de la luna de agosto.

Enredó sentimientos encontrados en su alma confundida
y su aire rojo en las sombras
 de mis besos muertos
de mi cuerpo de estrellas
de mis campanadas de medianoche.

Trajo el recuerdo de las horas vividas a su lado
tibieza de satén y muselina
 arropando los retazos de memoria
que se vuelven hacia el trasfondo desteñido
que me escupe tu ausencia.

Con sus patitas de araña que me roban la piel
y me quitan los ojos de ese espejo  
que solía llevar tu nombre
y que ahora son sólo piezas sueltas que intento armar.
Paisajes con suelos desiertos y profundos
 que arden en las manos sinceras
 de un concurrido abrazo.

Entre el despojo de la tela
el cuerpo del niño late preso del encanto de una palabra seguida
de otra y otra más.

Y la luna envuelve sus sueños perdidos en un manto de melancolía
mientras llueven los silencios en su habitación
el  miedo se hace cada vez más inmune
y el poema roto dibuja un círculo sobre los pies desnudos
 que poco entienden del amanecer
aquel amanecer que trae rostros ausentes.

Y en la penumbra de su habitación
su imágen surge ante sus ojos.
sus pasos resuenan como otrora, en la cercanía de sus manos
 tratando de atrapar el ayer que no logra alejar de su mente.
Ecos que se suspenden el aire tomando la forma entre sus puños.

Allí está nuevamente!
 Ha regresado envuelto en su mayor esplendor.
¿ Acaso es sólo un sueño alimentado por la inmensa necesidad de tenerlo nuevamente?
O acaso es tan sólo la huella del viento en mi rostro.
Sujetaré a mi muñeca cada labio de viento,
cada ojo
 cada gramo de gesto
cada lágrima
cada cielo
cada calle
cada pasillo inexplorado de mi alma.
Nadaré entre los muertos azules
de mis venas,
de mis callos
y mis penas de vinagre.
Y luego
resurgiré de las cenizas tras un soplo de su aliento
desde la octava puerta que sabe su nombre.

Escritores: Stella Maris, Marcela, Dario Alexander, Deximonio Relatos y Andrés Suárez.
05 junio 2011 0 Comentarios

Los Abrazos.

....
Calcular cuánta soledad pervive en un abrazo
cuántos adioses
cuántos llantos le consumen
y hacen de vos un recuerdo ausente.

Un abrazar la noche
las letras la palabra
ir y venir del beso al olvido
del tic-tac de un reloj viejo al crujir de un corazón vacío
del triste océano que pinté  al atardecer de sus manos.

Los abrazos nos devoran el alma
nos arrancan el pellejo por completo
nos ponen de un temperamento inconcebible
que sólo entiende el mismísimo sentimiento
al  hacerse presente en el estómago
pero que a diferencia de un retorcijón que llega sin aviso
este nos va pudriendo por dentro
nos pudre el alma
el corazón,
nos llena de nostalgias
de lágrimas
de furia.

Existen abrazos que se alimentan
de tristezas
soledades
alegrías
despedidas
noches
atardeceres
versos
y entre todos yo prefiero
alimentar mi abrazo con la penumbra de tus ojos
hasta quedarme dormido.

Andrés Mauricio Suárez Acevedo.
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Cielo Gris.

....
Como un árbol en el que se mece el ahora
tirado en el suelo como un perro
que vaga en su propia aullido
 así es el cielo gris que se aproxima
sin vendajes
sin cruces .

trae el aroma de la noche de Francia
en la casualidad de su llanto
el rumor dulce del poeta
que está lleno de historias
y que tiene su propia nube.

me conmueve su viento frágil
la voz de la montaña distante
que como una hormiga trabaja
su llanura
porque no hay nada más fácil
que perderse y perderse
en la inmensa espesura .

Andrés Mauricio Suárez Acevedo.
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¿A dónde fue mi cuerpo después de ser amado?

....
Me acostumbré a llevar en la garganta
los vacíos que esclarecen en su ausencia
como todo un buen hombre que ha cargado
 con su sombra en los tobillos
y que le pesa
como la eternidad en sus manos.

no tengo más que la pregunta vaga
del paradero de mi cuerpo
¿a dónde fue?
¿quién es ahora?
¿con quién convive?

cada pedazo de sus piel se ha ido con el viento
a buscar otros otoños en donde derramar
su amor seco
llevándose consigo la esperanza y el mismo espíritu.

quizá se fue volando
quizá fue un pasajero
en el vagón de medianoche
cuando de la mansa oscuridad brotaban
las calles profundas.

acá desde mi propio grito me es difícil convivir
con la soledad que me concurre
 y que como buena dama
me  ofreció su veneno.

acaso no recuerda las horas entrañables
que pasamos junto al beso
acaso  no recuerda la voz del trueno invencible
y que extraña
 como el pájaro extraña el cielo.

así con sus desiertos y océanos negros
de tinta franca
aprendió a caminar por el juicio
del parpado aguado
que me lleva y me conlleva
en su ciénaga.

se fué y olvidó llevar
los zapatos azules,
las camisa de cuero humano.
y al sujeto que habitaba en el
lo ha dejado hiriente
al borde de su propia agonía.

 quizá me necesite
yo por ahora no le necesito
y si soy sincero
no le necesitaré nunca más
pero
¿a dónde fue mi cuerpo después de amado?
dónde está
quién los usa
y sobre todo
en que labios aprendió a volar.

 Andrés Mauricio Suárez Acevedo.





04 junio 2011 1 Comentarios

Deletreando Lágrimas.

....
Como un niño sin hogar
he llegado a tú pecho
de madre sustituta,
indícame ahora con tú lengua el camino
 que deberán seguir mis manos,
no me encierres en el laberinto
que describe tú abrazo,
y permíteme ser el náufrago
en tú corteza de piel
que se lanza encendida al sublime
espasmo.

Enumerar el fugaz beso
hasta caer abatido en el embalse fresco
de tú oscuridad,
sin eludir la soledad característica
que aflora en las calles
cuya luz no rosa en mi aspecto
herido.

Las sábanas ahogaron nuestras sombras
y sólo queda el rastro del deseo,
desparramado sobre el recuadro del alba.

Advierto en tú mirada de sospecha
que allí se mueve mi reflejo vacilante,
como una golondrina
que mortifica en sus alas
el susurro del viento.

La lluvia que cae sobre nuestros cuerpos,
extingue la llama
y sólo queda el sabor acerbo
del desamor,
arrojando mi corazón viviente
a las penumbras
del olvido.

Llegan a nosotros aquellos cielos anaranjados
cargados de rumores
de idiomas,
sueños
y promesas.

Con una botella de vodka en mis manos
que desvarían en su ausencia
me bebo por completo su recuerdo,
que pese a todo
aún hiperventila en mi memoria,
que se dilapida
en cada verso
en cada estrofa.

Ahora necesito del tiempo
que empalma mi lágrima
al  vacío de su silencio,
para explicar el contorno
de su huella latente
en mi tacto,
que balbucea su nombre
en el ápice de mi suspiro.

Ella me lo dijo mucho antes de conocernos,
que su labor consistía en andar por el mundo
engullendo los corazones color carmesí de sus
amantes,
y que conmigo había fallado en su misión,
porque encontró en mí
 un corazón que supo amarla.

Pienso buscarle de nuevo en el sueño
infinito
que deje bajo la arbolada
de su labio, 
pero está vez trataré 
de no exagerar en mis latidos,
y así poder significar mi ausencia
como buen caballero
que olvido su caballo
en algún lugar 
de su bosque.

Andrés Mauricio Suárez Acevedo.
03 junio 2011 0 Comentarios

Amante De Un Recuerdo.

 
....

¡Llegar a casa!
sentarse en el andén
de su sonrisa profunda,
en el vacío eterno
que traducen sus ojos nocturnos,
hasta abrazar con desgano el frío
que recorre el camino incierto
de su espalda, 
mientras que sus heridas se hacen cada vez más dóciles.
 Cada corte vasto es un sentimiento abstracto y conocido
que se hunde en un parpadear efímero.

Sus manos temblorosas contienen el tacto franco,
el sentido agudo 
de su verso libre.

Un recuerdo vago es el que la acompaña
en sus noches concurridas,
tan llenas de nostalgias,
soledades intrínsecas,
flores escondidas
y girasoles secos.
 Sus pisadas son fúnebres
y cargan con el rumor a muerte.

Amurallar la noche de tal forma
que no quede ninguna fisura en el aire
por donde pueda colarse su recuerdo
que ahoga mi sombra en la ceniza
del beso.

Aquel beso sombrío
que acordamos
trazar en nuestros sueños lánguidos
y que ahora es océano 
de lágrimas 
que anclan en el crepúsculo 
de un cielo
moribundo,
ese mismo cielo 
que te extraña
y te vió partir.

Las penumbras acechan con su disfraz 
de pájaro verdugo 
el cadáver 
del deseo,
y la distancia es ahora 
la tormenta en mi vaso.


Andrés Mauricio Suárez Acevedo.
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La Muerte Le Sonrió.

....
Notarás mi ausencia cuando en las mañana despiertes en un rincón vacío, impregnado del dolor que supone esta ausencia tuya.
Sienta a tú niño interior en mi abrazo le dijo la muerte, dale de beber este veneno de la compañía solitaria que es mi sigilo susurro a su oído, conviérteme a tú especie, sólo es necesario un paso hacia en reversa, hacia la oscuridad infinita, hacia la luz que representa este oscuro paraje incierto, porque hay bosques sinceros que encajan perfectamente en sus ojos y ojos que se alimentan de esos mismos bosques, como la noche queriendo entrar en mi alma, como la flor que guardo abajo de mi pecho ardiente.

Escrito por: Dario Alexander y Andrés Suárez.
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Viaje Infinito Hacia La Melancolía.


...
Viajar ligero es no llevar en mi memoria algún recuerdo suyo, sólo lo que dejo sobre mi piel. Anudar el atardecer en su vientre, hasta que de su beso lluevan los colores, impregnándome del olor tan ligero pero que quema dentro de uno y araña las paredes del sentimiento desmesurado, convertido en poemas, papel y tinta, todo descompuesto en un sólo umbral único e irrenunciable, donde los sentimientos están hechos de cristal y cualquier brisa puede quebrarlos, pero a diferencia del cristal estos esconden la oscura manta del deseo lujurioso, teñido de sangre, y que sólo se ve en la noche, esfumándose junto a un lobo que come carne de lobo, aquel lobo que viste penumbras y nostalgias; mientras su cuerpo cada vez está más muerto y lejos de aquí, más allá de las montañas ligeras que viajan en el cielo azul, más allá del desierto amargo de su pena. Y nunca está bien, siempre cuenta las gotas de dolor que ruedan amargamente por sus pestañas, hasta caer en el acantilado de su labio, y convertir ésta morada en un cielo que nadie pueda recrear, como el viento cuando no carga los susurros de las hojas secas del otoño olvidado, como el tiempo que no usa sombrero y traje de novia, que ni siquiera tiene novia porque la muerte no ha logrado vencerle, y la batalla aún no comienza, está arraigada al filo de su espada de angel desterrado y en sus huellas que conducen al cielo.  Despertar de aquel viaje, huir de aquel beso, silenciar el océano al final del sueño y encontrarse mojado en medio del mar a media noche, como la vez que dormí con ella y ella durmió conmigo.

Escrito por: Andrés Suárez y Dario Alexander.

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