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en dónde sea
que el mundo se termine ,
cerraré las puertas
de mi alma,
y la noche entrará en mí
su veneno.
Hoy
tengo que confesarles algo,
he visto a la sombra
del caballero caer
de su caballo,
y a sus espadas,
espejos del alba.
He visto a los perros en la calle
llorar sobre
la leche embotellada,
he visto cielos grises
y anaranjados,
vientos que se mecen
en el eco de su nombre.
Y en el infierno
de sus
labios rojos,
mis lamentos se atraviesan,
como espina de pescado
en la garganta,
que lame con
deseo
la yaga en mis manos.
He visto a la luna
tender su reflejo
en el agua clara de
sus ojos,
y a sus cabellos negros
confundirse en
la espesa bruma.
También he visto su sonrisa
excavar
adentro de mi pecho
desolado.
Y me he visto a mí
en el fondo
de la nada,
en las raíces de mis venas.
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