Aquel Animal.

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Aquel animal que vaga por las calles hurgando las basuras, alimentándose de las microscópicas migas de pan, desgastando sus cuatro patas con las que alguna vez bailó en sus quince años. Aquel animal pálido, frío y sin carne, escarba un agujero en el cual pueda permanecer inmóvil para las estrellas se desangren en el cielo.

Aquel animal cuya descendencia a de crecer sin padre, sin abuelo. Aquel animal sin nombre, sin hogar, sometido a las burlas de su vejez, de su impotencia de querer renunciar a su mísero trabajo de vagabundo. Aquel animal que bajo la lluvia refresca su pelaje y a sus diminutos huéspedes.

Aquel animal cuyos ojos han de ser guardianes y faros en penumbras. Aquel animal que mastica sus aullidos, acorta las distancias. Aquel animal que con desgano espera la puesta de sol. Aquel animal embotellado en sus recuerdos, echado al mar de los olvidos.

Aquel animal de océano espeso, negra y áspera superficie. Aquel animal confuso, haciéndose polvo. Aquel animal de inviernos en el sur, primaveras en el norte. Aquel animal que arrastra sus raíces y eleva sus miradas a la luna.

Aquel animal sin pétalos, sin color. Aquel animal de versos muertos, ladrón de sombras perfumado en vinagre. Aquel animal soñador de atardeceres, compositor de sinfonías a su amada. Aquel animal sin aire, seco e insonoro. Aquel animal que se extiende sobre los litorales de tierras desiertas.

Aquel animal, hombre infinito.